Cuando el cine se hizo fiesta


Una hilarante crónica sobre la Fiesta del cine.

No recuerdo la última vez que fui al cine, a decir verdad tampoco recuerdo la película que vi. Tampoco es que tenga una razón de peso para no ir, sobre todo desde que estudio en Santiago donde resulta accesible visitar las salas. Quizás el problema sea el tema económico. Sin embargo un argumento me consuela, según una amiga cinéfila Hollywood todavía continuaba con su famosa crisis de ideas  y rescatando historias cutres. Entonces pensé: "puedo sobrevivir sin cine perfectamente valiéndome de las múltiples plataformas web".  A decir verdad resulta sumamente fácil escoger cualquier película o serie y verla en la comodidad que una buena conexión a internet te ofrece.
En estas circunstancias das gracias de vivir en la ciudad de Compostela. Durante el mes de noviembre tiene lugar en  la ciudad los certámenes de cine alternativo, Amal y Cineuropa, con lo cual se presenta una ocasión atractiva para disfrutar de una película a precios populares y ,dicho sea de paso, a contribuir para que se siga realizando año tras año.
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Con la mente puesta en la cartelera del próximo Cineuropa llega a mí la Fiesta del Cine. Gracias a las redes sociales, en mi caso Facebook, conozco   la Fiesta del Cine. Con la entrada a precios populares no lo dudé un segundo y me registré. Bastaba con introducir los datos personales para recibir tu credencial por correo. 
Había decidido esperar a imprimir la credencial el lunes 21 y para ello ese mismo día  subí al aula de informática de mi facultad. Fui prudente, y aunque a la web le costó descargar el PDF tuve suerte y el papel con mi nombre salió de la impresora sin dificultad. Otra suerte distinta corrieron algunos de mis compañeros que veían cómo la web se colapsaba y les impedía imprimir su credencial. Desesperados, uno tras otro se las ingeniaron para trampear el pase, mientras se tiraban de los pelos aludiendo la  costumbre española de esperar al último momento. 
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El martes es el día escogido para ver la primera película de mi lista “El mayordomo”. A la llegada a As Cancelas el caos reina. Una muchedumbre se agolpa en el parking mientras en los accesos al edificio se mezclan los que salen de hacer sus últimas compras con aquellos que, credencial en mano, se disponen a subir a disfrutar de un día de cine. Una vez arriba percibimos que el caos se había apoderado de la tercera planta. La cola crece incesantemente cuando apenas quedan 30 minutos para dar comienzo la primera sesión. Nuestras esperanzas se iban desvaneciendo al oír que las entradas para mis candidatas se están agotando. En el momento en que la chica de la taquilla nos lo confirma  volvemos a casa compuestos y sin cine, no sin aprovechar para saludar a amigos y conocidos que habíamos visto en la cola, que no eran pocos. 

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Ya de regreso en casa pongo los informativos, que comentan lo exitosa que está siendo la convocatoria al cine de este 2013. Me siento identificado con los cientos de personas que salen por la pantalla haciendo cola en Madrid. 
Con las ganas de ver cine yanqui me voy a la cama con las declaraciones de Wert, este ministro nuestro que tiene a los sufridos estudiantes en pie de guerra día sí y día también.

Y por fin es miércoles, el día de aprovechar nuestra última oportunidad y de lanzarnos de nuevo a las colas infinitas, pero esta vez nada saldrá mal. Salimos un par de horas antes para comprar la entrada guardando menos cola e ir a por provisiones. En definitiva es la mejor manera de disfrutar la filosofía de la fiesta del cine. Con las entradas en nuestro poder el siguiente reto es cenar algo antes de la película. En principio hay margen de tiempo.

 Sin embargo la gran afluencia de personas hambrientas de cine provoca un lleno absoluto en los restaurantes de comida rápida aledaños. Esta circunstancia se traduce en más y más colas y en un colapso de ciertos establecimientos que se ven abrumados por el crecimiento de la demanda.
Una vez con el estómago lleno nos dirigimos a ver la película. El Capitán Phillips nos espera. El semblante de Tom Hanks nos observa a través de la cartelera con cara de eterno Forrest Gump mientras nos deslizamos hacia la puerta de la sala 6, oscura y llena de butacas, como todas las salas. Ahí dentro huele a cine, todavía conservo un vago recuerdo de ese olor. Esta no es una película de mis favoritas y no voy muy ilusionado a verla pero aún así me intriga la forma en la que abordarían los americanos el caso en el cine.  Resulta que el filme trata sobre el secuestro de uno de sus buques mercantes por piratas somalíes.
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La sala no tarda en llenarse de gente, sobre todo chavales que como yo, aprovechan la jornada de huelga del jueves para trasnochar o para llevar a su novia al cine, qué romántico, a ver una de “piratas” contemporáneos.

Me siento en la butaca, y me dejo llevar. En mi mente, antes de empezar la película suenan los primeros acordes de Mecano recordando la odisea que pasamos.  La cola de esta noche no tiene final, dos horas confirmando que no colgarán, dichoso cartelito de completo está el local.... 

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 No sigan leyendo esperando la crónica de la película. Si la han visto comenten y si la piensan ver esperen a que salga el DVD (o véanla por Internet). Aquí lo verdaderamente relevante es que el precio del cine baja del Olimpo y durante tres jornadas podemos disfrutar de ese cosquilleo en el estómago que nos provoca sentarnos en una butaca a esperar a que la chica de la antorcha ocupe su lugar y que tanto nos gusta. Los hechos lo demuestran.

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