Los ojos del ayer

El otro día, por prescripción médica, retomé una actividad deportiva abandonada por mí hace siglos: volví a nadar. Las sensaciones que tuve tras mi primera sesión en la piscina, trajeron a mi mente aquellos versos de la famosa canción del maestro Joan Manuel Serrat, Penélope: “le miró, con los ojos llenitos de ayer, no era así su cara ni su piel…: tú no eres quien yo espero».

Al igual quTottie a la desdichada que sigue esperando en la estación un tren que nunca llegará, a mi también se me llenaron los ojos de ayer y tampoco soy el que esperaba. Esta confrontación con el tiempo me ha hecho entender a todos aquellos futbolistas que, habiendo sido en un pasado muy cercano auténticas estrellas, estiran sus carreras más allá de lo aconsejable porque ellos siguen viendo en el espejo el reflejo del pasado y no una imagen del presente.

Un ejemplo muy reciente y, para quien esto escribe muy cercano, es quizás el del portero de la selección española y leyenda de fútbol mundial, Iker Casillas. El santo, sobrenombre que tendrá para siempre entre el madridismo, ha sido decisivo durante 15 maravillosos años en todos los éxitos tanto del Real Madrid como de la propia selección (momentos como sus paradas en la final de la Champións League del año 2002 o la mítica salida a pies de Robben en la final de la Copa del Mundo ganada por España en 2010 quedarán para siempre en la historia).

Es por esto que se hace muy duro ver como Iker es suplente, merecidamente, de David de Gea en el combinado nacional (a esto se le suma el hecho de que el “galáctico de Móstoles” sigue en activo en el Porto con más sombras que luces). A todos los casillistas nos encantaría que Iker hubiese dejado la selección en pleno ciclo ganador como hicieron algunos compañeros de generación como Xavi Hernandez o el tolosarra Xabi Alonso.

Pero no sólo en España se dan este tipo de no retiradas. En Italia el caso de Francesco Totti y la Roma es un claro exponente.

Totti es un fino trequartista (palabra italiana que define a los mediapuntas o enganches clásicos) o segundo delantero que desde su debut en la S.A. Roma en 1993 se convirtió en mucho más que un ídolo para la parte romanista de la ciudad eterna (es odiado con la misma intensidad, claro está, por los tifosos laziales).

El sempiterno capitán desoyó múltiples ofertas que le aseguraban un cheque en blanco, entre ellas una Florentino Pérez para recalar en el Bernabeu, por fidelidad a los colores de su equipo.

Totti es el jugador que más partidos ha jugado con la elástica romanista y el máximo goleador en la historia del equipo capitalino. En la Roma ha ganado un scudetto, dos Copas de Italia y dos Supercopas del país transalpino (al margen del mundial conquistado con la azzurra en el 2006).

Desde hace ya dos o tres temporadas el papel de il capitano ha ido decayendo en importancia y este año ha terminado muy mal con un enfrentamiento abierto entre el número diez y su entrenador Luciano Sapalletti (a pesar de lo cual, Totti ha renovado por una temporada más con lo que cumplirá en activo los 40 años).

No son estos los únicos casos. Los últimos años de la carrera deportiva de gente como Fernando Hierro, Ronaldo Nazario o Diego Maradona nos dejaron un cierto regusto amargo a todo los que les admiramos.

Fuera del fútbol también se han dado ejemplos. Los pocos partidos de Magic Johnson en 1996 con los Lakers o la vuelta a las canchas de Micheal Jordan con los Washington Wizards en 2001 no aportaron nada reseñable a su glorioso historial deportivo.

Así las cosas, son muchos los casos en los que «una retirada a tiempo es una victoria» . Definitivamente, no es bueno fiarse de los ojos del ayer.

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