Esta mañana muchos españoles amanecíamos con la noticia de la abdicación de Su Majestad Juan Carlos I en favor de que su hijo lo suceda bajo el nombre de Felipe VI Rey de España. Tras tal bomba informativa todos los medios del país cambiaron sus rutinas informativas dando prioridad a la abdicación y esperando un mensaje institucional, quien sabe si el último de Don Juan Carlos como Rey, anunciado desde la cuenta recientemente creada de la plataforma social Twitter.
Dicho mensaje se hizo de rogar pero finalmente alrededor de la una del mediodía los acordes del Himno y el escudo de Su Majestad cimbraban en los oídos y en las pantallas de toda la nación. Máxima espectación y un mensaje histórico de un monarca vetusto, tembloroso y emocionado.
Tras 39 años en el trono del Reino de España ha decidido pasar el testigo a su hijo, en unos momentos en los que la imagen de la monarquía no goza de mucha salud. Sin embargo la imagen de los representantes electos goza incluso de menor popularidad que ellos. No cabe duda de que estamos ante un proceso de cambio, de regeneración. En palabras textuales del Rey “Una nueva generación reclama el papel protagonista” y nadie lo ha podido describir mejor que él.
Muchas lecturas se pueden sacar del mensaje institucional de su abdicación y no una sola como muchos medios quieren hacernos creer. La España actual no es la misma que la de 1975, quizás en algunos aspectos sí, pero en convicciones democráticas hemos madurado y nos hemos educado en el derecho y en el deber de la libre expresión y la libre opinión. Somos una sociedad mucho más crítica que no comulga con ruedas de molino. Aunque todavía existe mucho adoctrinamiento por parte de sectores de la sociedad y partidos políticos existe una marea de gente libre, que no está atada a ninguna ideología pero que reclama el derecho a decidir, a ejercer la democracia en su máxima expresión, en sufragio en referéndum.
Con la abdicación se abre el debate “CERRADO” de la sucesión a la corona. Ese proceso que los “de siempre” quieren hacer deprisa y corriendo, como si temieran la reacción de un frente dormido si se dilatase en exceso. La caja de Pandora ha sido abierta, los siete sellos han sido rotos. En las pasadas elecciones europeas en España se ha abierto una ventana a base de esfuerzo, ilusión y nuevos compromisos. Ha entrado aire fresco, aire joven. El sistema neocanovista impuesto desde la segúnda restauración borbónica se está empezando a desmoronar. El PSOE no puede con ello. Está firmando su sentencia de muerte. Tan solo le queda el toque de gracia.
Muchos ya no sabemos lo que es la justicia social porque no la vemos por ninguna parte. Y pese a que esto pueda parecer un discurso de mitin político nada más lejos de la realidad. Lo que hoy por la tarde va a reclamar el pueblo no va a ser otra cosa que soberanía popular. Libertad, Igualdad, Solidaridad, Justicia. Palabras tan baladís y vacías si no se ponen en práctica, tan vilipendiadas en los últimos años que han perdido significado.
España reclama su derecho a decicidir. Que nadie decida por ella. En la Constitución de 1978 se han marcado las reglas de la convivencia pacífica. No la debemos romper, pero no podemos temer a la Constitución, debe ser herramienta de convivencia, no herramienta de coacción y miedo. Una constitución es la máxima expresión de democracia. Toda decisión democrática que no atente contra las libertades y el Estado de Derecho cabe dentro. Una monarquía impuesta por una dictadura, sea cual fuere su signo, no es legítima, y si se incluyó con calzador en el año 78 fue porque, quien sabe, para los padres de la Constitución no había otra salida, era conditio sine qua non para que España renaciera democraticamente.
Los tiempos son llegados y llegado es el momento de que España decida en referéndum su forma de Estado. Sin cortapisas, sin coacciones. Todos saldremos ganando y más que nadie la democracia. El debate monarquía-república hoy vuelve a salir a la luz y como renacidos por la primavera hemos salido de un letargo de casi cuatro décadas. En apenas tres horas el país entero se ha movilizado para reclamar lo que por derecho le pertenece. Don Felipe de Borbón tiene que refrendarse, esa es su carta de salvación. Si lo consigue entrará por la puerta grande en la historia de España, si no lo consigue espero abandone con total dignidad el trono y los derechos dinásticos de su persona y de su línea sucesoria. Es esta ocasión propicia para hacerlo y de una vez por todas enterrar fantasmas del pasado. ¿En manos de quien está escribir la historia de un país tan enorme en cultura, en riqueza, en pueblos, naciones y gentes? Pueblo que ha estado sometido siglos, que sabe del sufrimiento de la emigración, de la ignominia y de los abusos. Pueblo orgulloso de su nación de naciones, de sus culturas, de sus lenguas, de sus tradiciones. España más que nunca es ahora cuando se tiene que definir. Hasta la fecha ha sido la corona la que ha auspiciado la convivencia de los pueblos. Porque no nos engañemos, no somos un país unitario y nunca lo seremos y los que lo predican no hacen otra cosa que atizar el fuego de las independencias periféricas. Muchos frentes se abren hoy. El pueblo se va a hacer oír, quiere ser escuchado. Lo hemos visto el 25 de mayo. Algo está cambiando. ¿Qué va a hacer la casta política? Mirará para otro lado o apagará las llamas con gasolina. Pero pasará lo que siempre pasa.
Cambiará todo para que no cambie nada.