«La película se hace pesada y Redford parece metido con calzador en el papel de padre de la niña, no por su interpretación, que para eso tiene muchas tablas, sino porque ni siquiera él ha podido burlar los efectos del tiempo en su fisionomía.»
Hace escasos días, con el café de la mañana y un suplemento entre las manos, ¡voilà! topé con una entrevista a Robert Redford con motivo del reciente estreno en nuestro país de su última película como director: Pacto de Silencio (2012). En dicho artículo, Redford apuntaba la vocación intelectual de su obra; su querencia de <<hacer pensar>> a los espectadores. Desde luego el tema tiene enjundia y se presta a vastas parrafadas filosofales en torno a la sempiterna cuestión moral de si el fin justifica los medios.
Pacto de Silencio es un thriller cuyo punto de partida son los atentados perpetrados por The Weathermen (un grupo de izquierda radical) en los Estados Unidos de los años 70, con el movimiento hippie y las multitudinarias protestas en contra de la Guerra de Vietnam como telón de fondo.
Aunque el sustrato de la historia es real, el desarrollo del filme es pura ficción: Sharon Solar (Susan Sarandon), antigua miembro del comando, decide entregarse voluntariamente al FBI transcurridos 30 años desde los sucesos. Las indagaciones del periodista Ben Shepard (Shia Lebouf) sobre el sorpresivo acontecimiento, lo ponen en la pista del abogado Jim Grant (Robert Redford), viudo y a cargo de una hija, desencadenando el cúmulo de acciones que cimentan la trama.
El argumento es interesante pero la narración fílmica, por desgracia, no está a la altura. La película se hace pesada y Redford parece metido con calzador en el papel de padre de la niña, no por su interpretación, que para eso tiene muchas tablas, sino porque ni siquiera él ha podido burlar los efectos del tiempo en su fisionomía. Al relato le falta fuerza en la última mitad de la cinta y a los diálogos, quizás, más profundidad. La verdad es que no es un título que recomendaría.
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