Mal gusto y libertad de expresión

Sé que tengo por costumbre asomarme a esta ventana para tratar temas relacionados con mi gran pasión, que no es otra que el mundo del deporte pero, por una vez y sin que sirva de precedente, voy a hablar de la más rabiosa actualidad social.

En los últimos días los juzgados de este país han dictado diversas sentencias ejemplarizantes contra opiniones vertidas en la red social twitter.

La más reciente de estas es la que condena a un año de prisión contra cantante de Def con Dos, César Augusto Montaña Lehmann, conocido con el sobrenombre artístico de César Strawberry.

El motivo de dicha condena son unos comentarios que el artista publicó en su cuenta de twitter entre 2013 y 2014. En dichos comentarios, constituyentes según el auto judicial de un delito de enaltecimiento del terrorismo, Strawberry hacía mención al funcionario de prisiones secuestrado por ETA, José Antonio Ortega Lara, o a los GRAPO. Con esta sentencia el Tribunal Supremo anula la absolución por los mismos hechos dictada por la Audiencia Nacional en 2016.

Llueve sobre mojado. Hace una semana la Fiscalía de la Audiencia Nacional solicitó dos años y medio de prisión, tres de libertad vigilada y ocho y medio de inhabilitación absoluta para una estudiante murciana de 21 años que responde al nombre de Cassandra V en twitter. El origen de dicha petición son una serie de comentarios publicados en esta red social entre 2013 y 2016 en los que se hacía referencia al atentado de ETA en el que perdió la vida el Presidente del Gobierno franquista, el Almirante Luis Carrero Blanco en 1973.

En este caso a la autora de los comentarios le ha llegado una muestra de apoyo de lo más inesperada. Lucía, una de las nietas del propio Carrero Blanco, ha declarado al diario El País, en relación a esta petición de la fiscalía que: “me asusta una sociedad en la que la libertad de expresión, por lamentable que sea, pueda acarrear penas de cárcel».

Un caso similar se dio con los polémicos chistes publicados por el concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata en los cuales se hacía referencia, entre otras cosas, a la víctima de ETA, Irene Villa.

Aprovechando su habitual colaboración en el diario La Razón, Villa aseguró: “jamás me sentí ofendida ni aludida por esos chistes… los chistes, francamente, son sólo eso, chistes con los que uno se puede reír o no. Y hay que tener presente que no hace daño el que quiere sino el que puede».

En vista de estos hechos cabe preguntarse si realmente existe una voluntad de “humillar a las víctimas” como rezan los diversos autos cuando los propios destinatarios de los comentarios o, en su caso, sus descendientes aseguran no sentirse ofendidos por los mismos.

No voy a ser yo quien defienda la idoneidad o el buen gusto de esas intervenciones en las redes sociales pero sí creo que debemos hacer una defensa de uno de los principios fundamentales en toda convivencia democrática: la libertad de expresión.

Detrás de todo esto subyace una voluntad ejemplarizante y, en cierto modo, con un barniz ideológico que en nada favorece a la ciudadanía.

Todos recordamos intervenciones poco afortunadas de distinto signo político que no han tenido una respuesta igual de contundente de parte de las autoridades judiciales. A modo de ejemplo sirvan las declaraciones del periodista Federico Giménez Losantos en las que afirmaba sin ningún tipo de rubor: «veo a Errejón, Bescansa, Maestre y si llevo escopeta les disparo, menos mal que no la llevo».

De sobra sabemos que Losantos no tiene intención de disparar a nadie pero sí que estas manifestaciones pueden incitar al odio tanto o más que cualquiera de los casos anteriormente expuestos.

En definitiva, está claro que se ha actuado con un evidente mal gusto pero, a día de hoy, el mal gusto no es delito en este país.

Defendamos entre todos algo tan fundamental como es la LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

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