A pesar de las buenas actuaciones de José Sacristán -premiado con un Goya- y María Valverde, esta película, escrita y dirigida por David Trueba, es una propuesta fallida que peca tanto de excesiva teatralidad como de nula empatía con el espectador.
Miguel (José Sacristán) es un periodista veterano que ha visto de todo. Es un hombre respetado dentro de su profesión. Todo un carácter. Un día queda con una estudiante universitaria en un bar, Ángela (Valverde). Él le propone ir al piso de un amigo suyo con la clara intención de acostarse con la joven. La casualidad querrá que ambos acaben encerrados y desnudos en el baño.
Los dos personajes hablan, y mucho, durante toda la película. Sin embargo, su conversación suena forzada y antinatural porque nadie habla así en la realidad. Nadie se expresa de manera tan clara, específica y lúcida. En el discurso no hay lugar para las dudas, los titubeos, las reiteraciones propias del diálogo entre personas. Sacristán, el viejo periodista, pontifica sobre la vida, la sociedad, el amor, el sexo … Tiene opinión para todo, y resulta pedante y excesivo. No se calla, no deja lugar para otras opiniones, Otros discursos. Otras maneras de entender la vida. Tal vez su verborrea incontrolable sea fruto del miedo al silencio, la más poderosa de las verdades.
El personaje de Valverde escucha, suspira, espera. Suyo es el futuro que tanto teme Miguel, suya es la belleza que él anhela poseer, suyo es el idealismo que él vendió a cambio de una vida tranquila.
La desnudez de los personajes no es solo física. Conforme avanza el film desgranan su alma, su mente, sus miserias. Miguel llega a mostrarse tal y como es, lo bueno y lo malo. Ángela mantiene su halo de misterio durante mucho más tiempo pero aunque arañamos la superficie de su personalidad no llegamos a conocerla tan íntimamente como a él.
Trueba aprovecha sus recuerdos de juventud, en el Madrid de finales de la década de los ochenta, para rendir tributo a una España que despertaba del ensueño de la Transición para darse de bruces con la realidad. Una España, desencantada y cínica, que se lamía a escondidas las heridas del franquismo. La película, que se hizo con cuatro duros, apenas tuvo distribución en las salas comerciales de nuestro país. Por ello, y a pesar de contar con el reclamo de María Valverde desnuda durante gran parte del metraje, es una gran desconocida para el público español.
Uno de los grandes aciertos de Madrid, 1987 es la sabia utilización del espacio. Nunca un espacio tan reducido, el baño donde se quedan encerrados los personajes, ofreció tanto. Trueba rompe la sensación de agobio jugando con los planos y contraplanos, aprovechando sabiamente el espejo, la bañera, la ventana y otros elementos del entorno.
Dos personajes desnudos, un escenario y una toalla. Esto es lo que nos ofrece Trueba. No hay duda de que su propuesta es muy personal y hay que aplaudir el riesgo asumido para levantar, contra viento y marea, una película de estas características.
FICHA
Título original: Madrid, 1987
Año: 2011
Duración: 102 min
País: España
Dirigido por: David Trueba
Guion: David Trueba
Reparto: José Sacristán, María Valverde
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1 comentario en «Madrid, 1987: el desencanto de una generación»