Ante la preocupante tendencia global de propagación de mensajes misóginos por parte de algunos líderes políticos y religiosos, y el aumento de políticas y prácticas opresivas y sexistas, mujeres de todo el mundo se hacen fuertes para que no se retroceda en derechos y libertades alcanzados. El movimiento de mujeres pretende que, lejos de que se recorten derechos, se siga avanzando para combatir las desigualdades que aún persisten en numerosos rincones del planeta. Millones de mujeres plantan cara a discursos que las demonizan a ellas, al movimiento feminista, y a quienes defienden y promocionan los derechos de las mujeres, la igualdad de género y el fomento de la educación sexual.
Se está normalizando un discurso en defensa de los valores tradicionales y el interés de una determinada concepción de familia, que impulsa una agenda que niega la igualdad como derecho de las mujeres, la necesidad de aplicar políticas específicas para abordar la violencia de género, su derecho a decidir sobre su cuerpo y su salud sexual y reproductiva. Se está además poniendo en el punto de mira a defensoras y
activistas por ser quienes son y por hacer el trabajo que hacen. Un discurso contrario, incluso, a los acuerdos internacionales reconocidos ya por Naciones Unidas en la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing en 1995, de la que este año se cumple el 25 aniversario, y ratificados por un gran número de países.
«Preocupa que este tipo de discursos forme parte de las agendas políticas en lo que pareciera una estrategia global en contra de los derechos de las mujeres. No es casualidad que autocares con iguales mensajes contra la diversidad sexual o que niegan la existencia de la violencia contra las mujeres se hayan paseado por Alemania, Francia, España, Italia, Chile, Colombia o Kenia. Por eso, la respuesta de las mujeres es más fuerte que nunca, el feminismo crece, y cada vez hay generaciones más jóvenes involucradas en esta lucha», manifestó Ana Rebollar, directora adjunta de Amnistía Internacional España.
Invisibilizar la violencia contra las mujeres
La violencia contra las mujeres es un tipo de violencia que solo sufren ellas por el hecho de serlo. Existe en todos los países. En España, desde el 1 de enero de 2003, 1047 (a 5 de marzo de 2020) mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Tras años de consenso político para tomar medidas específicas contra una lacra que cada vez afecta a mujeres más jóvenes, desde algunos partidos políticos pretenden ocultar este tipo de violencia bajo un concepto amplio de violencia en el ámbito familiar que invisibiliza y niega la desigualdad estructural que está en la raíz de la violencia contra las mujeres. Esto, a pesar del consenso internacional sobre la existencia de una violencia específica basada en la discriminación que sufren las mujeres (Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas de 1979, ratificado por 189 países). En México, donde 10 mujeres son asesinadas cada día, las mujeres han tomado las calles para protestar por una violencia intolerable, que no es contemplada con una perspectiva de género por parte de la Fiscalía, y ante la filtración de imágenes que victimizan a las mujeres que son brutalmente asesinadas. El 90 por ciento de los casos de feminicidio en este país quedan impunes.
Veto a la educación en igualdad
Pero uno de los principales caballos de batalla en diferentes partes del mundo es la educación en igualdad, en diversidad, y para abordar la violencia de género. Con el argumento de que nadie puede decidir sobre los propios hijos, países como Paraguay o Brasil prohíben por ley la educación sexual y reproductiva, en igualdad de género y en no discriminación. Países como España, están avanzando en esta línea en algunas comunidades autónomas.
«La libertad de las familias no puede estar por encima del derecho de niños, niñas y adolescentes a recibir herramientas que les permitan identificar y combatir situaciones de discriminación en su vida, conocer y vivir libremente y sin miedos su propia identidad, y adquirir conocimientos para enfrentarse a la sexualidad sin temores ni riesgos para decidir sobre sus propios cuerpos», señaló Ana Rebollar.
El presidente de Paraguay prometía quemar libros con estos contenidos, Brasil apostaba por campañas de abstinencia sexual, y Polonia podría castigar hasta con tres años de cárcel a quienes impartan este tipo de contenidos a menores de 18 años. Sin embargo, la respuesta social es importante, estudiantes paraguayos se están movilizando para exigir educación sexual integral a su gobierno, o en países como Perú, la presión de la sociedad civil, incluida Amnistía Internacional, ha contribuido a que la Corte Suprema declare infundada una demanda contra el enfoque de género en los contenidos académicos de los y las estudiantes.
Control sobre el cuerpo de las mujeres
Al tiempo que se intenta limitar la educación sobre salud sexual y reproductiva para menores de edad, incluso en países con altos índices de embarazos adolescentes, siguen existiendo leyes que pueden llevar a las mujeres hasta 10 años a la cárcel como es el caso de Honduras, o incluso decenas de años en países como El Salvador. Esto le ocurrió a Evelyn Hernández, condenada a 30 años de cárcel por un aborto espontáneo, y, en cuyo caso, aunque un tribunal la declaró inocente, la Fiscalía ha recurrido la sentencia.
Organizaciones como Open Democracy han denunciado como en algunos países como México, Ecuador o Costa Rica, donde sí está regulada la interrupción voluntaria del embarazo en algunos supuestos, grupos conservadores están dando información «falsa y distorsionada» a mujeres que intentan interrumpir su embarazo. Las asustan asegurando que tendrán más riesgo de cáncer, que sus parejas se harán gays, o que aumentará el riesgo de que ellas abusen físicamente de otros niños. Frente a esto, en países como Eslovaquia, gracias a la presión social, el Parlamento votó en contra de obligar a las mujeres a ver ecografías del feto antes de interrumpir el embarazo. Una medida que pretendía retroceder en derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, vulnerando su privacidad y su autonomía.
Acoso a activistas y políticas
Quienes están sufriendo de manera particular los efectos de esta tendencia sexista son las defensoras de los derechos de las mujeres. Una vez más, en todas partes del mundo quienes levantan la voz siguen siendo objeto de agresión, amenazas, intimidación, criminalización, e incluso homicidio. Sufren campañas de desprestigio y desacreditación, son insultadas y se les cuestiona su forma de vida, de ser, e incluso de vestir.
Amnistía Internacional no deja de denunciar que mujeres como: Ebtisam El Saegh, de Salam por la Democracia y los Derechos Humanos en Bahréin fue agredida sexualmente y golpeada de forma brutal por su trabajo en defensa de los derechos humanos. Yasaman Aryani y su madre Monireh Arabshahi en Irán fueron condenadas a 9 años y 7 meses de cárcel por repartir flores a otras mujeres y promover que el uso
del velo no sea obligatorio, la abogada iraní que defendió los derechos de estas mujeres Nasrin Sotoudeh fue condenada a 38 años de cárcel y 148 latigazos. A todas ellas se las acusó, entre otras cosas, de «alterar el orden público», «cometer un acto pecaminoso por aparecer en público sin hiyab», e incluso, de «incitar a la corrupción y a la prostitución».
Activistas como Carola Rackete, la capitana del barco Sea-Watch 3, tras rescatar a personas migrantes en el Mediterráneo fue insultada por el ministro de Interior italiano, y desde distintos ámbitos se incitó a cometer actos de violencia sexual contra ella, atacándola por ser mujer y por su aspecto. Una suerte parecida corrieron 14 mujeres activistas polacas que desplegaron una pancarta contra el fascismo en el transcurso
de una manifestación donde se exhibían símbolos racistas y fascistas. Se las llamó «zorras», «canallas de izquierdas», «rameras» y se las agredió. Se las terminó juzgando por obstaculizar una manifestación pacífica, y gracias a la movilización ciudadana fueron absueltas.
También mujeres que participaron en la Marcha Verde para la legalización del aborto en Argentina estuvieron en el punto de mira y sufrieron hostigamiento en redes sociales. Una de cada tres mujeres sufrió violencia en redes y se las acusó de «asesinas», «mata bebés» y «feminazis». En la India, una de cada cinco mujeres parlamentarias y políticas sufren ataques por su trabajo, con comentarios sexistas sobre su aspecto, su estado civil, sobre si tienen hijos o no, y sobre su origen étnico y religioso.
La fuerza del movimiento feminista
Sin embargo, la presión de los movimientos de mujeres no puede minusvalorarse. Cuando países como Arabia Saudí quieren limpiar su imagen sobre vulneración de derechos humanos, lo hacen dando a conocer avances conquistados por mujeres como el hecho de poder conducir; aunque siga manteniendo en prisión a activistas como Loujain al-Hathloul, encarcelada en mayo de 2018 por publicar un vídeo en el que conducía y reclamaba este derecho para las mujeres de su país. El himno de las mujeres chilenas contra las agresiones sexuales, Un violador en tu camino, ha recorrido los cinco continentes, e incluso ha llegado hasta parlamentos como el de Turquía, donde diputadas de la
oposición laica, lo cantaron en protesta por la detención de siete mujeres que interpretaron este himno en una movilización en las calles de Estambul. De acuerdo con el análisis de Amnistía Internacional, solo 9 de los 31 países europeos tienen leyes que definen la violación sobre la base de la ausencia de consentimiento por parte de la mujer. En 2018, Islandia y Suecia se convirtieron en el séptimo y el octavo países de Europa en adoptar una legislación acorde con los estádares internacionales, seguido por Grecia en 2019. En España, gracias a la presión del movimiento feminista y, entre otros, a la campaña #NoConsiento, se acaba de anunciar el trámite parlamentario de una Ley integral por la protección de la libertad sexual y contra las violencias sexuales que pretende mejorar la protección, la atención, el acompañamiento y la reparación de las víctimas de cualquier tipo de violencia sexual.
Amnistía Internacional participará en las movilizaciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en diferentes países del mundo, para demostrar más que nunca nuestro apoyo a los movimientos de mujeres, amplificar sus voces en toda su diversidad y luchar por el reconocimiento de todos los derechos.