Quienes me conocen saben lo mitómano que soy en cuestiones deportivas. Son múltiples las devociones que profeso en mi particular panteón de ídolos (Zidane, Butragueño, Michel, Redondo, Gerrard, Maradona Petrovic, Sabonis, Bodiroga,…).
Como todo en esta vida, este frikismo y mitomanía tiene un comienzo y ese se produjo el día que descubrí, un poco sin querer, a un jugador negro en medio de una cancha de baloncesto haciendo cosas imposibles y llevando a un simple juego a un plano superior. Ese jugador respondía al nombre de Earvin Magic Johnson y me convirtió para siempre en un admirador incondicional.
Earvin Johnson nació el 14 de agosto de 1959 en la localidad de Lansing (Michigan) en el seno de una familia de clase trabajadora. Desde muy pequeño demostró un talento natural e innato para el baloncesto (su madre cuenta que iba a todos los sitios botando un balón).
En sus tiempos de high school su fama se extendió por todo Michigan y llevó al instituto Everett, sin apenas tradición en el deporte de la canasta, al título estatal antes de dar el salto a la universidad.
Precisamente fue tras un partido en Everett cuando a un periodista local se le ocurrió definir su juego como algo mágico. A partir de ese momento, la magia se asoció para siempre a su nombre (algo que a su madre, una mujer de profundas convicciones religiosas, nunca le gustó ya que lo consideraba una especie de blasfemia).
En Everett high scholl, Earvin forjó una fuerte determinación que guiaría toda su carrera, tanto en la faceta deportiva como en su vertiente empresarial. TRIUNFARÍA A CUALQUIER PRECIO.
Este deseo de triunfo nacía de su conciencia de raza. Earvin era muy consciente de que las personas de raza negra estaban, a menudo, relegadas a los puestos de menos responsabilidad y, en consecuencia, menos remunerados . Él quería cambiar esta tendencia.
Por otro lado, Magic guardaba en su corazón un sentimiento de venganza hacia un conserje de su instituto, Jhon “El Narc”. Jhon siempre se burlaba de él diciéndole que nunca llegaría a nada.
Cuando firmó su primer contrato en la NBA, batiendo un récord en lo que a sueldo de un rookie se refiere, Earvin se desplazó a su antiguo instituto a los mandos de un cochazo imponente, tan sólo para que Jhon “El Narc” lo viese.
Su paso a la Universidad de Michigan State fue noticia en todo el país (pocas veces, en el año 1977, se televisó una rueda de prensa de un simple colegial para anunciar una decisión) y llevó a Magic a convertirse en un Spartan (sobrenombre con el que son conocidos los jugadores de la universidad del estado de Michigan).
Michigan State era el sueño de Earvin ya que el campus de esta universidad quedaba muy cerca de su casa y había entrenado muchas veces con los integrantes del equipo desde su época en el instituto (lo que prueba que su juego era algo fuera de lo común para un chico de su edad).
En su segundo año en los Spartans, Magic condujo a Michigan State al título de la NCAA al vencer en la final a la universidad de Indiana State (75-64). Esta final, una de las más vistas de la historia del baloncesto universitario en los EEUU, fue el primero de los enfrentamientos de Earvin contra la estrella de Indiana State, que no era otro que un tal Larry Joe Bird.
Tras sólo dos años en la universidad, Earving Magic Johnson emprendió su aventura profesional en una alicaída NBA. Ese segundo capítulo, lo abordaremos próximamente.