Iñárritu vuela alto con Birdman

El mexicano Alejandro González Iñárritu vuelve a demostrar su gran talento para contar historias con Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), recientemente premiada con un Bafta a la Mejor Fotografía y una de las propuestas que suenan con más fuerza, con nueve nominaciones a sus espaldas, para erigirse como vencedora de las principales estatuillas en la próxima gala de los Oscar.

El director que irrumpió en el celuloide con la fantástica Amores Perros (2000), regresa con una sátira de múltiples niveles de lectura y rescata del ostracismo a un Michael Keaton a quien el personaje protagonista de Riggan Thomson le queda como anillo al dedo.

Riggan es una celebridad, un actor que ha conseguido el estrellato interpretando a birdman, uno de tantos superhéroes a los que la gran maquinaria de Hollywood ha sabido exprimir beneficios, que quiere reconducir su carrera con la adaptación teatral de De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), del escritor Raymond Carver.

La película, original en su técnica narrativa, avanza a un ritmo trepidante, apoyándose en unos diálogos inteligentes y divertidos, cargados de reflexiones que convergen y se superponen. De entre ellas, despuntan la lucha contra el ego, la necesidad de vernos reconocidos y valorados por los otros, o la banalización del concepto de Cultura.

Birdman es un film plagado de momentos de buen cine, que exige al espectador un esfuerzo de concentración; la rapidez dinamiza el relato, pero también hace que sea fácil perderse entre tanta filosofía que se desliza entre el torrente de palabras. Una de las citas fílmicas más interesantes y con más brillo en lo que va de año.

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