El pasado sábado 21 de febrero, me invitaron a una fiesta a la vida nada superficial en el restaurante San Jaime de Santiago de Compostela, se dieron cita alrededor de un buen cocido, un grupo especial de personas que deseaban celebrar un canto a la vida, a la memoria y a la amistad
Un rito que se podría llamar el de la memoria, porque responde realmente a un homenaje a la música, a la amistad, a la gastronomía, y siempre siempre, al buen ánimo de los asistentes. Esta nueva edición de la Fiesta de la Cacheira es una idea que surge de Alfredo Vázquez “Charra” que reúne a quienes en la década de los 70 vestían la capa de la tuna y con sus cánticos animaban las calles y plazas de la ciudad compostelana. Aquellos estudiantes, hoy profesionales que ejercen fuera de Galicia, en muchos casos, vuelven a la ciudad universitaria para sentir que siguen unidos a algo muy especial, su identidad como estudiantes y las pasiones de juventud.
Un encuentro dónde también tuvo presencia el canto de la Galicia marinera, representado por las voces del pueblo de Cedeira (A Coruña), que hizo gala de la tradición de los pueblos que viven y cantan al mar. Entre el nutrido grupo de asistentes, y como viene siendo habitual, la estupenda fusión contaba con profesionales del mundo de la música folk. De manera que los amantes, estudiosos y profesionales allí congregados disfrutaron compartiendo e interpretando las maravillosas piezas que iban surgiendo en la sala. Entre todos construyeron un ambiente de deleite y participación.
Una jornada propia de la generosidad de Alfredo Vazquéz, quién realiza el mecenazgo de este acto de forma altruista para guardar espacios de socialización y amistad nada superficiales. Una reunión que se fundamenta en la pasión por la música, y donde la gastronomía se reserva una excusa perfecta para presentar un escenario de comunicación apropiado. Una fiesta que no viene marcado por la edad ni por condición social, sino por la querencia a la cultura, a la música, y por supuesto a la buena gastronomía.
