El compromiso político de Nadine Gordimer -

El 13 de julio fallecía en su casa de Johannesburgo la escritora sudafricana Nadine Gordimer, primera mujer del continente africano en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1991. Ese mismo año Gordimer publicaba La historia de mi hijo, novela que continúa y profundiza en el tema en torno al que gira su vasta obra: el apartheid y sus terribles consecuencias sociales. El compromiso político de la escritora en contra del régimen racista, implantado legalmente en Sudáfrica desde 1948 hasta 1992, se entrevé en cada una de sus páginas, en su prosa directa y sencilla que llega a doler de lo firmemente enraizada que está en la realidad.

En el marco de un Estado multirracial, multiétnico y segregacionista, en el que los negros ocupaban la posición más baja de la escala social, se narran las vivencias de una familia cuya tonalidad de piel (el régimen sudafricano no solo diferenciaba entre razas y etnias, sino que también establecía un baremo de negritud), no del todo oscura, les permitía, pese a los pocos derechos de los que gozaban, no vivir en los enclaves más marginales. A medida que avanzamos en el relato, los personajes van tomando conciencia de la importancia del activismo político, de la necesidad de la lucha organizada para derribar un sistema que los vejaba, les arrebataba lo más preciado del ser humano, su dignidad, y les impedía tomar parte en unas instituciones detentadas por unos pocos blancos que sometían a la inmensa mayoría negra.

La autora se sirve de la descripción intimista a través de un narrador omnisciente y de Will, el niño que vemos crecer en un clima tanto de conflictos raciales como de callados problemas familiares. A través del ojo analítico de Gordimer observamos los problemas cotidianos de quienes lidiaban con la injusticia de unas leyes hechas a medida de los opresores, así como el desgaste emocional y físico de la participación activa en la lucha por la igualdad social.

Nadine Gordimer fue una escritora que luchó en la calle y por medio de su literatura. Ella no etiquetaba su literatura como política, aunque sí consideraba inevitable que la política impregnara su obra porque estaba dentro de su propia persona. Amiga de Nelson Mandela y militante del Congreso Nacional Africano, murió desencantada con la situación de un país azotado por el SIDA, por una corrupción galopante y con una brecha social que bebe del odio racial y de las desigualdades económicas instauradas durante el apartheid.