El civismo y la capacidad crítica

Cuándo estamos tratando de acostumbrarnos a la nueva realidad sin traumas, asimilando e interiorizando esas normas de seguridad que el protocolo indica que debemos  mantener, en nuestras mentes bulle la idea y el deseo de una pronta solución a nuestra existencia que tiene que venir de la ciencia, naturalmente.

El 8 de junio, cuándo entramos en la fase 3 de desescalada y después del duro confinamiento esto es lo que escribía en Facebook. Hice este pequeño comentario de lo observado; la difícil situación que tuvo que gestionar el gobierno,  las insufribles redes sociales con protagonistas expertos en el batiburrillo que sin vergüenza ni pudor producían el mayor de los ruidos con la intencionalidad de los más bajos instintos, fruto de la ignorancia y la manipulación. Mientras nuestro país sufría el dolor de la pérdida. La incertidumbre y el miedo, pero también el acompañamiento de un gobierno que quiso y puso voluntad para que la personas fueran abrigadas bajo la protección de medidas de estado.

Fernando Simón,  director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES).  Foto del País

El silencio en las calles era histórico, hacía contener la respiración y nos indicaba un momento único para la reflexión. La urgencia llamaba a la empatía, a examinar la categoría de la elección de nuestros políticos. Fue y es una potente prueba para reconocer los muchos agujeros estructurales del funcionamiento del sistema… Fueron los días de encierro del estado de alarma. Los aplausos solidarios  de las 20:00 horas a los sanitarios. Los días  pendientes de los medios de comunicación y de las ruedas  de prensa con el doctor Fernando Simón y los diferentes responsables políticos. 

Esto es lo que escribía el 8 de junio:

Un recuerdo para los que ya no están, un abrazo para los que sufren la ausencia, un reproche a los que en los momentos difíciles generaron odio y la mediocridad les impulsó a rentabilizar votos para sus partidos no siendo conscientes de lo que pasaba… Pero ahora tocan otras cosas; fuerza, talento e ilusión para retomar el trabajo y la vida. Esta crisis ha dejado una lectura clara para el futuro, es necesario conquistar los servicios públicos que los años de recortes dejaron raquíticos. La sanidad y educación, se vuelve a demostrar que tienen que estar a punto como pilares que sostienen una sociedad de progreso. Otra cosa que queda al descubierto es la situación desprotegida de nuestros mayores, pues el descuido y desamparo de los sucesivos gobiernos dio lugar a un mercantilismo impensable en una sociedad justa.

 

La ausencia de suficientes residencias públicas para nuestros mayores y la imposibilidad, en muchos casos, de aguardar los tiempos estipulados para encontrar plaza condena a una parte de la sociedad a pasar momentos muy difíciles, no todas las familias pueden pagar una residencia privada cuyos costos están en una media entre 1500 a 1800 euros, si la persona es válida y no necesita ayuda para cuestiones básicas (lavarse,ducharse, comer, etc.) La pregunta sería…¿Cuánto dinero necesita una pareja de ancianos para estar en una residencia? ¿3000 euros al mes?

Los grandes inversores sin duda encontraron un buen negocio en nuestra vejez

La concesión de los servicios sociales en favor de las empresas privadas es una cuestión conocida y denunciada por muchos colectivos que señalan el apoyo económico para estas empresas mientras en la pública las listas de espera  son extremadamente largas, indicando que una persona tiene que pedir a los 65 años plaza para que le sea concedida a los 75 años, aproximadamente. De igual modo, es un hecho que todos conocemos que estos espacios que dependen de servicios sociales cuentan con una ayuda asistencial pero no principalmente sanitaria. El coronavirus se cebó en las residencias, sobre todo privadas, dejando un rastro de muerte y dolor para poner negro sobre blanco lo que el sentido común ya evidenciaba.

Me pregunto que requisitos son necesarios para gestionar una residencia. ¿cuántas inspecciones pasan estos establecimientos? O acaso era necesario que el cocinero Chicote fuera a revolver sus cocinas, o que multitud de casos de maltrato grabado por familiares saliesen en los medios de comunicación para saber que algo no estaba bien en los centros de mayores. Son lugares de cuidado y debiera ser sanitario y especializado con tratamiento de respeto. Los diferentes toques de atención de estos últimos años estaba pidiendo a gritos que se supervisara con carácter de urgencia…Y cuándo llegó el coronavirus demostró que mientras estamos entretenidos e inmersos en la superficialidad que astutamente algunos nos plantean para una existencia miserable de pobres vidas fantásticas, donde todo nos sonríe y todos somos artistas y protagonistas de no se sabe qué, alejada de la razón y de lo verdaderamente importante. Mientras, la gente se nos muere porque estábamos viendo Gran Hermano, Hombres y Mujeres y viceversa, o escuchado a algún “coaching o influencer” cuyo conocimiento es cero…Eran o son los tiempos donde el conocimiento no servía de nada. La pose es lo importante y unos cuantos like en las redes sociales aportaban autoestima…Despreciar y desdibujar las líneas del conocimiento es fácil donde todo está planeado; dejar creer a todas y todos que saben de todo sin saber de nada; donde el talento se sustituye por la amistad y la especialización por la endogamia. Verdaderamente hemos tenido suerte de que todavía este proceso de caverna no esté más adelantado.

Todas y todos somos conscientes de situaciones que desdicen los principios fundamentales de la igualdad, merito y justicia. Cuándo en los templos del saber se contagian de lo popular y son huéspedes de un barco sin rumbo hay que ser muy optimista para pensar que todo puede alcanzar una cordura

Pero en nuestro país es habitual que tenga que ser el vecino, el cliente y en el peor de los casos el desastre el que nos haga reparar en la irregularidad para dar visibilidad a hechos que demuestran el vacío institucional en la supervisión e inspección reglamentaria para mantener un estado que se regula desde ese ordenamiento social necesario que favorece el civismo.

Pese a quién le pese las residencias son responsabilidad de las comunidades autónomas ¿cuántos inspectores tenemos por ejemplo en Galicia y quién valora su capacidad para su correcto funcionamiento?

Ejercer de buen ciudadano y ser patriota es hacerse preguntas y preocuparse por las cuestiones comunes y reclamar lo que es justo. No vale hacer uso de la bandera de todos en una mascarilla o en unas pulseras en la intención de que son más sentidos de lo que nos pertenece a todas y todos. Ni se siente más decir mil veces el nombre de la tierra de la que soy hija; se trata de hechos. Sin intención de dar clase de ciudadanía, digo; ser buena ciudadana es pensar con capacidad de la responsabilidad del futuro de las sociedades.

Derechos y obligaciones son las dos caras de una misma moneda. La obligación hacia las próximas generaciones para que alcancen bienestar de forma honesta, donde prevalezcan unos valores sin la busca del favor. Alimentar la mediocridad y los espíritus del poco esfuerzo de ese ejercito de los amigos, las amigas y familiares con los que se saldan favores desde los partidos políticos y que pagamos todas y todos nos está llevando al desastre.  El silencio nos hace cómplices a todos  y a todas y el delito queda sin castigo alguno, ni siquiera en las votaciones. Es terrible el daño a nuestra democracia. Además de poner en agravio comparativo a aquellos que si accedieron a un puesto público por sobrado mérito.

Ser buen ciudadano es cuidar y preocuparse por el esfuerzo, el merito y el talento para que nuestras sociedades tengan esperanza. Alimentar la ignorancia es firmar nuestra sentencia de muerte como personas y como pueblo.

La antigua y bella tierra  gallega no sobrevivirá mucho tiempo sin el sonido de las voces infantiles, sin el dinamismo vinculado al talento, no sobrevivirá  al destierro del conocimiento, un espacio que trata de ser ocupado por la pretensión. Así pues, la mediocridad se hace fuerte y la expectativa de esperanza se apaga. ¿Dónde están nuestras hijas e hijos? Hagamos que esta tierra dé una oportunidad a todo ese capital humano muy preparado que ha tenido que emigrar.Artículos relacionados: si no fuera por el coronavirus 

2 comentarios sobre «El civismo y la capacidad crítica»

  1. Me gusta mucho tu artículo
    Es muy necesario un nuevo marco legal
    Las residencias de mayores deben ser un servicio público y no un negocio
    Tienen que tener en sus necesidades
    Casi todos con problemas deben tener sanitarios que los atiendan como es debido.

  2. Estimado Jaime, sin duda! Las residencias de nuestros mayores es una cuestión que debe ser revisada, y no puede olvidarse cuando la vacuna nos haya librado del bicho. La salud es una cuestión fundamental en una sociedad justa y de progreso.

    Gracias por tu comentario Jaime

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