Vender o no vender

ali-syedEn los últimos días la masa social del Real Club Celta, y por ende toda la ciudad de Vigo, vive sumida en una incertidumbre que ensombrece el buen momento deportivo de la entidad celeste. Esta zozobra tiene que ver con la supuesta intención del propietario, Carlos Mouriño, de vender la mayoría accionarial al grupo inversor chino CITS.

Esta operación puede ser contemplada desde dos puntos de vista. Desde una visión claramente empresarial, Mouriño está más que legitimado a vender el Celta al mejor postor, ya que fue él el que puso en juego su patrimonio para dotar de viabilidad a un equipo que a su llegada arrastraba una deuda que le hizo bajar posteriormente a la Segunda División e incluso ver comprometida su permanencia en la categoría de plata de nuestro fútbol.

Poco a poco, la gestión del empresario vigués llevó al equipo de vuelta a la Primera División y lo instaló en zona europea (el Celta juega la UEFA Europa League esta temporada tras una larga ausencia). Para lograrlo potenció la cantera del equipo e hizo de A Madroa uno de los mejores viveros de talento de España (con Iago Aspas y el capitán Hugo Mallo como emblemas).

Esta política trajo consigo una paulatina reducción de la deuda y, a día de hoy, el Celta es una entidad saneada que goza de una buena salud económica.

Parece lógico que, tras este buen trabajo, Carlos Mouriño valore la posibilidad de aceptar una oferta por sus acciones que, según publican algunos medios, rondaría los 150 millones de euros.

La otra cara de la moneda es la desconfianza que estos inversores despiertan entre el celtismo militante. No debemos olvidar que un club de fútbol es, por encima de todo, un sentimiento y hacer negocio con los sentimientos es muy arriesgado.

La historia reciente del fútbol está llena de ejemplos que respaldan el recelo de la afición celeste.

Todos recordamos con sonrojo las andanzas del famoso Dimitri Piterman en el Rácing de Santander (2003) o en el Deportivo Alavés (2005). El empresario de origen Ucraniano pero afincado en EEUU, llegó a ambas escuadras con intención de convertirlas en grandes potencias y lo único que consiguió fue abocarlas a una situación desesperada y al borde de la desaparición (un juzgado de Vitoria llegó a decretar el embargo de sus propiedades para hacer frente a las deudas del club blanquiazul).

No contentos con la experiencia de Piterman, el Rácing de Santander volvió a caer víctima de los cantos de sirena de otro inversor exótico.

En 2011, el indio Ahsan Ali Syed se hizo con la propiedad del club cántabro pero esa temporada acabó como el rosario de la aurora. Los jugadores denunciaron a la entidad por impago y el propio Ali Syed desapareció de Santander sin que nadie sepa nada de él desde entonces.

En España también se han dado casos menos esperpénticos. El Jeque Abdullah Ben Nasser Al Thani llegó al Málaga en 2010 y tras una primera etapa muy exitosa (el equipo de la Costa del Sol llegó hasta los cuartos de final de la Liga de Campeones en 2013 con nombres como Isco, Baptista, Joaquín o Demichelis), en la actualidad tiene a los malaguistas asentados en la zona media de la tabla.

Están en fase inicial los proyectos de Peter Lin en Valencia y de Chen Yanshen en el RCD Espanyol. El tiempo dirá.

Fuera de España tenemos ejemplos de todos los colores, desde historias de éxitos relativos, en relación a las faraónicas inversiones, de clubes como el Chelsea, el PSG o el Manchester City a historias de fracasos más que sonados.

Entre estos últimos destaca el de los actuales dueños del gran Inter de Milán, el grupo de inversión chino Suning Holdings Grup con un 70% de las acciones y los indonesios International Sports Capital (dueños del 30% restante).

Tras comprar al célebre Massimo Moratti el paquete accionarial en 2013, los Neroazurros no salen de la más completa mediocridad a pesar de las cuantiosas inversiones (prueba de esta inestabilidad es el hecho de haber destituido a dos entrenadores en los escasos meses que se han disputado de la actual temporada).

Otro caso de desencuentro entre afición y propietarios se dio con la llegada de los hermanos Glazer al Manchester United en el año 2005.

El odio entre gerencia y afición se hizo tan patente que un grupo de simpatizantes, conocidos como The Red Rebels (Los Rebeldes Rojos), ha fundado el Football Club United of Manchester. Este es un club semi-profesional que en estos momentos juega en la National League North, la sexta división del fútbol inglés.

Con estos precedentes, esperemos que la decisión de Mouriño sea beneficiosa para ambas partes sin hipotecar el futuro de una entidad con más de 90 años de historia.

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