¿Qué hay de lo mío?

TevezResulta que tras los temporales, suspensiones, presiones y alcaldes mediáticos, llegó de nuevo la tranquilidad al “fútbol nuestro de cada día…danos de hoy”. En esta calma tensa a la espera del nuevo escándalo, surge como tema recurrente la sempiterna renovación de Lionel Messi por el F. C. Barcelona.

Como cada temporada, el crack argentino está intentando aumentar sus emolumentos bajo la velada amenaza de: “existen ofertas que pueden hacerle cambiar de camiseta…” que se filtra a los medios cada vez que se acerca una negociación entre el jugador emblema y el club que religiosamente le paga. Según dichos medios, el futbolista aspira a cobrar del club azulgrana una cifra que oscila entre los 35 y los 40 millones de euros por temporada.

Messi es un genio del fútbol y, como tal, es libre de poner precio a su magia sobre el terreno de juego pero no es menos cierto que los contratos los firma él mismo de manera libre y consciente con la intención, sobre el papel, de cumplirlos en su totalidad (extremo que, hasta el momento, se ha dado en muy pocas ocasiones).

Detrás de todo este enredo se encuentra el nuevo “El Dorado” del fútbol mundial que no es otro que la Liga de China. Según informan algunos diarios deportivos, el Hibei Fortune ha puesto sobre la mesa del Barcelona 500 millones de euros por el traspaso del rosarino. Por su parte, Messi recibiría en concepto de ficha alrededor de 100 millones por temporada.

Cuesta imaginar a Messi con una camiseta que no sea la del Barça y, mucho menos, en un país con tan poca tradición futbolística como es China pero los recientes fichajes de gente como Carlos Tevez, Ezequiel Lavezzi o la supuesta llegada próximamente de una estrella como el hispano-brasileño Diego Costa, aconsejan tomarse en serio la amenaza del gigante asiático.

No sólo el F. C. Barcelona sufre la “pesadilla de la renovación interminable”. Al otro lado del puente aéreo, el Real Madrid ha vivido episodios similares con futbolistas como Cristiano Ronaldo (que también escuchó cantos de sirena procedentes de China), Sergio Ramos, Mesut Özil, o Ángel Di María por citar algunos casos muy recientes o, yéndonos más atrás en el tiempo, con jugadores de la talla de Roberto Carlos o Raúl González.

Lejos quedan ya los tiempos en los que un jugador de fútbol era casi una propiedad en exclusiva y a perpetuidad del club que poseía sus derechos.

Como rememoraba el fallecido Alfredo Di Stéfano en su biografía “Gracias vieja” escrita por Enrique Ortego: “los contratos que se firmaban eran leoninos, el club tenía toda la razón y no podías ir a discutir a ningún lado. A los grandes jugadores no les daban la libertad, eso seguro”.

Esta situación llevó a Di Stefano a secundar la huelga de futbolistas en Argentina del año 1949 a raíz de la cual, la “Saeta rubia” fichó por el Millonarios de Bogotá.

En España se dio una situación similar durante años. Entre 1966 y 1979 los contratos de los futbolistas españoles con sus respectivos clubes pudieron ser prorrogados indefinidamente, con el simple incremento anual del 10% de su ficha. El derecho de retención de los futbolistas suponía la prórroga unilateral, por parte del club, de los contratos de los jugadores una vez concluidos los firmados con anterioridad.

Por suerte esta práctica que rozaba el esclavismo ya no se produce en nuestros días pero parece que ahora los que actúan de manera cuasi despótica con sus clubes son los propios futbolistas, sobre todo, cuando la situación les favorece, entonando el consabido: “¿Qué hay de lo mío?”. Aún no se ha dado el caso del futbolista que le pida al club que le rebaje su ficha ya que su juego está por debajo de lo esperado.

Creo que todos, clubes y futbolistas, deben empezar a respetar los acuerdos firmados poniendo fin a este interminable “tira y afloja” que nos inunda día tras día y que sinceramente ya nos tiene un poco hartos a todos los aficionados a este inmenso “circo del balón redondo”.

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