México y la cultura del miedo.

“México lindo y querido si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”
Lindo y conocido estribillo de aquella canción de Jorge Negrete la cual, la mayoría de las personas en cualquier parte del mundo han escuchado alguna vez.
Eran gloriosos aquellos años donde había paz y tranquilidad en la mayor parte del país.
En la actualidad todo aquello quedó atrás.
Ya no es un privilegio salir del país: ahora se ha convertido en toda una necesidad, instinto de supervivencia, o búsqueda de paz; la violencia es parte del día a día, no importa si es de mañana o de noche, si es lunes o sábado; no hay horarios ni fechas, ya no hay tranquilidad.
Salir por la noche en mi país, con sus 127 millones de habitantes, se ha convertido en todo un suicidio: es de inconscientes hacer tal cosa: a más tardar a las diez de la noche, las personas deben estar en su casa, de lo contrario si vas por la calle y te encuentras con “esos” delincuentes te puedes ir despidiendo de este mundo.
Todos los días hay muertos, aquello ya se ha convertido en algo muy normal. Los habitantes de la tierra de los aztecas han perdido la capacidad de asombro en este sentido: ver un cuerpo destrozado o bañado en sangre forma parte del paisaje cotidiano en prácticamente todo el territorio, aunque hay estados cuyo índice es mayor.
Automóviles incendiados forman parte de esas calles que entrando la noche se quedan desiertas, ajenas al bullicio de sus habitantes.
Aún recuerdo cuando salieron los primeros escuadrones de soldados a vigilar las calles de la ciudad: todos nos quedábamos sorprendidos de ver a esos hombres en sus vehículos militares, con sus verdes uniformes y con las armas correspondientes.
Parecía que la guerra comenzaría en esos momentos.
Verlos pasar infundía respeto y admiración en la mayor parte de los habitantes en las ciudades, rancherías y pueblos.
Con el paso de los días, las madres solían decirles a sus pequeños hijos: “Saluda a los soldados, ellos nos cuidan para que no nos pase nada malo”
Si, así es: son nuestros héroes.
pPero como todo tiene un principio y un fin, no duró mucho la paz: que la situación fue de mal en peor: se presentaban enfrentamientos casi a diario; narcotraficantes contra soldados, hombres de un cartel que se enfrentaba al contrario, se podría ver muertos por cualquier sitio. En algunas ocasiones al amanecer podías encontrar personas colgadas de los puentes cuya afluencia vehicular era notoriamente importante.
Se trataba de un “aviso” para el cártel contrario, según los mafiosos. Atentados todo el tiempo: coches bombas afuera de las televisoras, balaceras frente a las diferentes instituciones educativas. Todo un caos; incluso se llegaban a suspender las clases por estos motivos.
El miedo fue acabando, poco a poco, con todo: paz había solo para soñar.
Cuando antes los niños jugaban con cochecitos y muñecas ahora sus juegos tratan de secuestros y asesinatos: los niños nunca han sido tontos, hasta a ellos les habían corrompido la inocencia.
El diario mexicano “El Economista” publicó sobre los índices de seguridad en América Latina y el mundo, y destaca la situación de México:
“México permanece sumido en el conflicto en contra de las drogas y continúa con la peor evaluación de paz de los países de América Central y el Caribe, según arroja el Índice de Paz Global (IPG) 2015 del Instituto para la Economía y Paz (IEP).
De acuerdo con este índice, el cual fue publicado por primera vez en el 2007, México está situado en el lugar 144 de 162 países que fueron medidos, y a nivel Centroamérica y el Caribe, la República Mexicana se ubica en el sitio 12, es decir en el último lugar.
A nivel continental -por orden- Venezuela, (142), México (144) y Colombia (146) son los tres únicos países catalogados en la escala de nivel bajo del estado de la paz, según se pone de manifiesto en el documento, que considera parámetros que tienen que ver con niveles de violencia, criminalidad, gasto militar y si participa en guerras”.
Es muy triste y lamentable lo que sucede en algunos países del mundo.
Aunque era más sostenible la situación ya que se había convertido en una rutina: había dejado de ser algo extraordinario y había pasado a ser parte de la vida cotidiana.
Somos tan moldeables los seres humanos que hasta podemos vivir con el miedo y convertirlo parte de la vida diaria. Definitivamente somos sorprendes.
Evidentemente diversión hay poca o ha cambiado en cuanto a actividades lúdicas se refiere, y para los jóvenes el panorama es distinto: ya no hay vida nocturna, los bares y sitios románticos han quebrado y cerrado y se puede localizar muy escasos puntos de reunión de esta índole.
Muchas veces las personas no valoramos lo poco o mucho que tenemos.
¡Qué privilegiados sois vosotros!
Cuando llegué a España pude respirar paz y tranquilidad.
A decir verdad, mis compañeros y yo, al principio, teníamos un poco de miedo de salir de noche: no sabíamos sobre la situación de aquí en el aspecto de seguridad, y pensábamos que podríamos ser sujetos de un acontecimiento como los que hoy se viven en forma cotidiana en el país cuya generosidad humana fue siempre un sello muy especial.
Después, con el tiempo, nos pareció tan maravilloso poder salir sin ningún tipo de preocupación, pero sobre todo, saber que no corríamos peligro alguno, salvo los naturales que puede tener una persona cuya diversión nocturna tiene que ver con el alcohol.
Llegar a España donde todo es tan diferente: los lugares, los parques, las personas. Una vida completamente distinta, porque, independientemente de lo rico culturalmente hablando, es generosa esta tierra con quien acude a ella por diversos motivos a paseo o a vivir en este lugar.
Mientras en México, al salir de casa saludabas al vecino o algún conocido, al caminar por la calle dabas los buenos días a algún desconocido, las costumbres hoy son muy diferentes: la precaución, el miedo y las medidas de seguridad están presentes en todo momento.
En una ocasión, una amiga decía “No entiendo como viviendo de esa manera parecen ser más felices que nosotros”
Sinceramente, yo tampoco lo entendía; es que aquí hay de todo.
Salir a hacer ejercicio por la calle, utilizar shorts exageradamente cortos, blusas que llegan a mitad del abdomen mostrando el ombligo, vestidos sexys y provocativos.
Tantas prendas que, si en México se utilizaran, lo primero que sucedería sería ser objeto de comentarios poco adecuados por parte de los varones con que te cruzaras en el camino. La falta de respeto y el riesgo de ser levantada, secuestrada, violada o asesinada están latentes en todo momento, y las medidas se tienen que extremar para garantizar, el menos por este día, la supervivencia.
Una mañana cualquiera, en Santiago de Compostela, salir a La Alameda o a la Plaza del Obradoiro resulta un método de terapia física y mental sin precedentes: la tranquilidad se respira en cada uno de los miles de árboles que engalanan tan singular espacio, o en cada ladrillo que, lleno de historia nos evoca los tiempos en que miles de Peregrinos –como ahora- llegaban a visitar los restos del Apóstol Santiago.
La primera sensación es de tranquilidad, de paz, de respirar donde las balas no tienen cabida, o al menos, no son parte de la rutina de miles. Aquí hay paz y muchas cosas más.
Como en casi todos los sitios de la España del nuevo milenio, Santiago de Compostela ofrece una variada vida nocturna que, combinada con la vida cultural, turística, gastronómica y social, nos hace vivir maravillosas jornadas día a día. Los mexicanos que tenemos la oportunidad de visitar Santiago de Compostela, por lo general quedamos flechados por sus encantos, y pareciera que de la Cruz del Apóstol penden nuestros corazones, muy estrechamente ligados a su historia y tradiciones, porque no queremos más volver a casa, parte, por la inseguridad que respiramos en forma permanente, y parte, por la generosidad de este pueblo gallego que nos acoge en todo momento.
España tiene, como todos los países del mundo, sus problemas grandes y pequeños; no se puede olvidar la crisis económica y de empleo que se vive actualmente y mantiene en paro a miles de familias, haciendo difícil la forma en que puedan llevar a casa los recursos suficientes para vivir. El desempleo y la falta de oportunidades han golpeado fuertemente a la sociedad española, aunque muchos faltos de oportunidad no suelen reconocer que el paro va más allá de una plaza laboral: tiene mucho que ver con las actitudes de las personas, y en un importante porcentaje se puede conjurar con esfuerzo y entusiasmo, con el deseo de tener una actividad para poder vivir.
Los problemas muchas veces son producto de nuestra inactividad o falta de atención a los mismos. Por eso los hacemos más grandes de lo que en realidad son.
El México de nuestros abuelos nos lleva a pensar en esas familias –en mi ciudad Victoria- donde nuestros padres y tíos se sentaban en el ático de casa, vigilando que no fuéramos a pelear con los hermanos y amigos, preocupados por saber de los de enfrente o a la lado, sin más miedo que el que lloviera y pudiéramos mojarnos. Eran tiempos en los que la convivencia familiar y social se presentaba cotidianamente. ciudad-victoria-mexicoHoy, las sillas y mecedoras han cambiado:; hoy se utilizan candados, cadenas y muros de seguridad, para garantizar pasar la noche y poder ya no vivir, sino sobrevivir en un clima que, a pesar de lo que nos quieren hacer ver, sigue siendo inseguro, sigue perteneciendo a esas historias de terror que a diario alguien nos cuenta.
En el México de nuestros tiempos, muchos de nosotros salimos muy temprano de casa rumbo a la escuela con los niños o hermanos pequeños, con la angustia de no saber si a la hora de salida los podremos ver, si estaremos en condiciones de convivir nuevamente, o si hemos sido víctimas de un hecho criminal, como parte de esta rutina que las autoridades se empeñan en desconocer y ocultar, pero que, a cada uno de nosotros nos llena la vida de estrés, de angustia y ganas de poder salir huyendo a un sitio donde la tranquilidad nos permita desarrollarnos social, familiar y económicamente.
Hoy vivimos en algunos sitios de este México tan castigado el terror que significa tener cerrados los accesos de entrada y salida de las ciudades o pueblos, donde grupos armados sentencian a quien vive en ese sitio, porque nos orillan a estar “presos” en nuestras casas, nuestras plazas y nuestras ciudades.
La indiferencia con que es visto este aspecto mata la ilusión de los niños, que antes soñaban con ser grandes para engrandecer a México, y que hoy, simplemente hoy, sueñan con salir del país, para poder vivir tranquilos.

Bibliografía
El economista/texto recuperado el 17/04/2016

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