Lo imposible

Vardy PremierEl escritor, pintor y cineasta francés Jean Cocteau dijo una vez: “como no sabían que era imposible, lo lograron”. Siguiendo su ejemplo, la historia del deporte y en particular, del fútbol está jalonada de grupos que lograron metas que, de entrada, les parecían vetadas.

Un muy cercano ejemplo es el de la selección de Portugal en la Eurocopa recientemente celebrada. Si bien es cierto que el combinado luso cuenta con muy buenos futbolistas, con Cristiano Ronaldo a la cabeza, no lo es menos que nadie daba un duro por ellos cuando se inició la competición el pasado mes de junio.

Pero si de sorpresas mayúsculas hablamos, hay que remitirse al verano del año 2004. En él se celebró la XII edición de la Copa de Europa de Naciones con sede en Portugal.

Al comienzo del torneo las favoritas eran las de siempre: la Francia de Zidane (campeona en ejercicio), Alemania, Holanda, España o la anfitriona, Portugal (que contaba con futbolistas de la talla de Luis Figo, Rui Costa, Fernando Couto, Vitor Baía o un jovencísimo Cristiano Ronaldo por citar sólo algunos ejemplos).

Con quien nadie contaba era con una selección griega que, hasta ese momento, no había hecho nada en el concierto internacional. Los helenos ya dieron un aviso en la fase de grupos al derrotar a los anfitriones por 2-1 y a la España de Iñaki Sáez por 1 a 0. Estos resultados le permitieron pasar la fase de grupos en segundo lugar ya que perdieron su partido ante la selección rusa (2-1).

En los emparejamientos a vida o muerte, el entrenador alemán Otto Rehhagel lo apostó todo a la fiabilidad defensiva del bloque y a la calidad del ex sevillista Vassilios Tsiartas para facilitar balones a un Charisteas en estado de gracia.

Así, desde los cuartos de final, Grecia ganó por 1-0 a Francia, a la República Checa y de nuevo a Portugal en la final para convertir en realidad una de las mayores sorpresas de todos los tiempos.

Doce años antes (1992) la selección danesa se encontraba de vacaciones, pues no se había clasificado para la disputar la Eurocopa de Suecia, cuando fueron llamados de prisa y corriendo para ocupar el lugar de Yugoslavia que había sido sancionada a causa del conflicto armado en los Balcanes.

El seleccionador Richard Møller Nielsen, reunió a sus futbolistas (entre los que no se encontraba el posiblemente mejor jugador danés de la historia, Michael Laudrup) y partió al país escandinavo sin grandes expectativas.

Los daneses jugaron sin presión y tras quedar segundos de su grupo (dejando fuera a potencias como Francia o Inglaterra) se plantaron en las semifinales, recordemos que sólo ocho selecciones disputaron la fase final del torneo, sin nada que perder.

Después del 2-2 ante Holanda que se resolvió en la tanda de penaltis, la “dinamita roja” venció a la superfavorita Alemania por 2-0 en el estadio Ullevi de Goteborg y alzó al cielo la Copa Henri Delaunay.

No sólo el fútbol de selecciones ha dado este tipo de sorpresas. Las competiciones de clubes también han asistido a la victoria de David contra Goliat. Sin ir más lejos, el triunfo del Leicester en la Premier League de esta última temporada es un claro exponente del la rebelión de los modestos.

Con una plantilla prácticamente idéntica a la que se salvó del descenso in extremis en la campaña precedente, Claudio Ranieri obró el milagro de hacer campeones o los foxes (los zorros, como se conoce en las islas a los aficionados y jugadores del Leicester) por delante de potencias multimillonarias como Manchester City, Manchester United, Chelsea, Arsenal, Liverpool o Tottenham.

Además del título, los aficionados del Leicester han disfrutado de momentos históricos como la victoria a domicilio en el campo de Manchester City por 1 a 3 con exhibición de su estrella, el argelino Riad Marhez.

Fuera del fútbol, los demás deportes de equipo también son proclives a romper, de vez en cuando, el orden establecido.

Caso paradigmático es la victoria del TDK Manresa en la Liga ACB en la temporada 1996-1997. Tras quedar sexto en la liga regular, un pletórico Joan “Chichi” Creus llevó a su equipo al título y se hizo con el MVP de la final a pesar de tener 41 años.

Estos son sólo algunos ejemplos, hay muchísimos más, de que no existen imposibles en el deporte y que, a veces, la realidad supera cualquier ficción propia de una película de Disney.

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