Defendiendo trincheras

mourinho-dedo-titoDentro de muy pocas horas se disputará en el Camp Nou de Barcelona  «El Clásico» del fútbol español. En el verde del estadio barcelonista, dos auténticas selecciones mundiales dirimirán una contienda que, se quiera o no, tiene siempre un valor mucho mayor al de los tres puntos en juego.

Como es lógico, este tipo de enfrentamientos se viven dentro del más fiero antagonismo entre las dos aficiones (yo, como declarado aficionado madridista que soy, quiero que el Barcelona pierda siempre y no veo razón para ocultar este deseo).

Lo que ya no veo tan normal es el hecho de que se defienda la causa propia como a una trinchera. O conmigo o contra mí.

Ejemplo claro de esta guerra de bandos es el hecho de que para remarcar las propias virtudes sea necesario negar por sistema las del contrario. Es decir, no entiendo que, por ejemplo, para ensalzar la figura de Cristiano Ronaldo se ataque sin piedad a Leo Messi y viceversa.

Como aficionado al fútbol no me duelen prendas en reconocer que La Pulga es, sin lugar a dudas, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Pocos han tenido esa velocidad supersónica con el balón completamente pegado al pie que desarma defensas rivales como si de simples conos se tratase (a eso se suman otras virtudes como una gran visión de juego, una gran efectividad en los tiros libres o una feroz competitividad por nombrar sólo algunas de las más evidentes).

Una vez aclarado esto, no entiendo la razón de tener que minusvalorar a una fuerza de la naturaleza como Cristiano Ronaldo a fin de entronizar a Messi.

El de Madeira no tiene seguramente el mismo talento natural que el argentino del Barcelona pero eso no ha sido obstáculo para ser su némesis en los poco más de siete años que Ronaldo lleva militando en las filas del Real Madrid.

En este tiempo, el portugués se ha convertido en el máximo goleador del cuadro merengue (superando a mitos como Raul o Di Stefano en menos de la mitad de temporadas de las que ellos necesitaron para establecer sus anteriores plusmarcas), lleva un promedio de más de un gol por partido desde que viste de blanco y lleva seis temporadas superando los 50 goles al año.

¿Se merece alguien capaz de hacer esto un lugar entre los más grandes? Sinceramente creo que la respuesta es evidente. Sí.

Este antagonismo viene dado por la enfermiza necesidad que tenemos de responder a la pregunta maniquea de siempre: ¿Quién es el mejor?

En mi opinión es irrelevante el orden. Deberíamos centrarnos en disfrutar y que sea la historia de futbol la que otorgue los lugares correspondientes. Como dijo el gran Diego Armando Maradona cuando en su autobiografía “Yo soy el Diego” repasó algunos de los nombres más ilustres del fútbol: “tírenles ustedes el número, a mí eso no me interesa”.

Otra forma de defensa irracional de la trinchera ha llevado a que las aficiones se posicionen a favor de situaciones difícilmente comprensibles y que van más allá del ámbito deportivo.

Los recientes escándalos que han azotado al F. C. Barcelona (caso menores FIFA, caso Neymar, Messi en los papeles de Panamá,…) se han intentado vender, desde una parte de la prensa y la afición barcelonista, como un ataque al Barcelona y a los valores del club catalán ideado por la supuesta sombra de Florentino Pérez.

Esos episodios oscuros también se han dado en el Real Madrid (menores FIFA, el sobreprecio por la parcela en Las Tablas, el reciente descubrimiento de una sociedad de Cristiano Ronaldo en Irlanda con la que obtener importantes deducciones fiscales en la gestión de sus derechos de imagen,…).

Como aficionado del Real Madrid me indignan y quiero que el club o cualquiera de sus empleados paguen sus errores hasta las últimas consecuencias legales y, en su caso, penales. No aceptaré que apelen a mi fuerte sentimiento madridista para esconder sus vergüenzas. El deporte va por un lado, la legalidad por otro.

Es por eso que considero que cada cual debe disfrutar y sufrir con su equipo pero que la pasión deportiva no debe nublar nuestra capacidad de análisis y hacernos participar en cruzadas de fe que poco favor le hacen al deporte.

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