Cine clásico: Sopa de Ganso -

Durante los duros años de la Gran Depresión, el cine fue para muchos norteamericanos una vía de escape de la miseria que los rodeaba. La comedia Sopa de Ganso (1933), dirigida por Leo McCarey, remite a esa época en que Los Hermanos Marx, protagonistas de la cinta, ocupaban un lugar privilegiado en el corazón de los espectadores.

La historia retrata el ascenso de Rufus T. Firefly (Groucho) como primer ministro de Freedonia, tras la destitución del anterior dirigente por desavenencias con la viuda multimillonaria Gloria Taseadale (Margaret Dumont). Trentino (Louis Calhern), embajador de Sylvania, país vecino, quiere arruinar su mandato, y contratará a Chicolini y Pinky (Chico y Harpo) como espías para que sustraigan información comprometida. La narración no es tanto el desarrollo de un argumento como una sucesión de gags y situaciones surrealistas en las que los célebres hermanos despliegan toda su comicidad y encanto. Desde la verborrea de Groucho, con frases que han trascendido a la posteridad como «No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando corrupción sin que yo reciba comisión, lo pondremos contra la pared… ¡y daremos la orden de disparar!», o «Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota», el caos y la locura del silente Harpo, o el acento italiano y la picardía de Chico. Zeppo también aparece en la película, aunque queda completamente relegado a un segundo plano.

El título transcurre a un ritmo trepidante y es un contínuum de absurdos, que, sin embargo, guardan coherencia interna. Su actualidad es otro de los encantos de esta fantástica sátira: los arrebatos despóticos y la corrupción de una parte de la clase política que se sabe impune y cree que lo que es de todos es solo suyo. Probablemente la mejor película de Los Hermanos Marx y el reflejo de un período en el que se producía el auge de los fascismos como antesala de la Segunda Guerra Mundial