A propósito de «Rogelio»

Roger 1Hace algunos días asistí a través del televisor a la primera semifinal del torneo de tenis de Wimbledon. Allí, en la llamada catedral del tenis, se medían el canadiense Milos Raonic y el suizo Roger Federer. El partido fue una demostración de poder y convicción del sacador canadiense ante el finísimo tenis del de Basilea.

Con 2 a 1 y 5-4 a favor de Federer en el cuarto, este tuvo contra las cuerdas a Raonic que aguantó para apuntarse el juego. Cuando todos esperábamos que la cosa acabase en el tie-break, Federer cometió dos dobles faltas seguidas que le cedieron el set a Raonic y, con eso, la disputa de la quinta y definitiva manga. El último set fue un paseo militar del canadiense ante el cansancio de Federer, que venía de otro agotador partido a cinco sets ante Marin Cilic en cuartos de final.

Esta derrota me ha hecho reflexionar sobre la carrera del, en mi humilde opinión, mejor tenista de todos los tiempos ya que cada vez es más complicado que este vea aumentada su cuenta de Grand Slams que se ha “estancado” en 17 títulos.

Roger Federer, posee infinidad de records en la historia del tenis. Al margen de los mencionados 17 grandes (cuatro Open de Australia, un Roland Garros, siete títulos en Wimbledon y cinco Open USA), tiene el récord de semanas como número uno de la ATP (302), el récord absoluto de victorias en Grand Slam (la mencionada victoria en cuartos de final ante Cilic supuso la 307 de su carrera en los mayors lo que le hace superar a otro mito como Martina Navratilova), el récord de participaciones en finales de Grand Slam (27), único tenista que ha ganado cinco veces consecutivas dos torneos distintos de los cuatro grandes como son Wimbledon y el USA Open,…

Fuera de los grandes, Roger posee además otros muchos títulos entre los que destacan 24 Másters 1000, 6 copas de maestros, una Copa Davis, una medalla olímpica en categoría individual (plata en Londres 2012), una medalla olímpica en dobles (oro en Pekin 2008 haciendo pareja con Stanislas Wawinka),…

Más allá de los fríos números, Roger siempre ha sido un sinónimo de elegancia en la pista. El “Reloj Suizo” dejó muy atrás los malos modos de sus inicios juveniles y, desde su presentación ante la élite del tenis (que podíamos fechar en su victoria sobre su ídolo Pete Sampras en los octavos de Wimbledon de 2001), ha sido un ejemplo dentro y fuera de las canchas.

El Roger de sus buenos años era tan perfecto que parecía no sudar y daba la impresión de ser frío y distante. Con el paso de las temporadas su juego se ha “humanizado” y en más de una ocasión ha dejado aflorar sus sentimientos en la pista (como atestigua su llanto inconsolable tras perder una épica e interminable final del Open de Australia ante Rafa Nadal en 2009).

Lejos de las pistas, Federer siempre se ha distinguido por una intensa actividad en labores humanitarias. En diciembre de 2003 creó la fundación que lleva su nombre, dedicada a financiar distintos proyectos humanitarios, dirigidos sobre todo a niños y principalmente en Sudáfrica, país de nacimiento de su madre, a través de la organización de voluntariado «Imbewu».

En abril de 2006 fue el primer suizo en ser nombrado Embajador de buena voluntad de la UNICEF (apareciendo desde entonces en los mensajes de la misma para aumentar la conciencia pública sobre el SIDA). Roger también ha participado en muchas otras causas como puede ser la ayuda a los afectados por el terremoto de Haití en 2010.

Por todo esto, gane o no gane el famoso Grand Slam número 18, Rogelio ya se ha ganado un lugar en el Olímpo los deportistas.

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